miércoles, 21 de julio de 2010

Ratso & Gigoló


RATSO & GIGOLÓ

¡Ratso! levántate… ¡Ratso!
Gigoló estaba listo. Frente al espejo, acomodaba de un lado hacia el otro, la punta de su sombrero de cowboy estilo americano. Jamás salía sin él. Una noche lo olvidó en el asiento de un bar y hasta que no regresó a buscarlo, sintió como si le faltara el corazón. Ratso se puso de pie y lentamente se dirigió al baño, exagerando su cojera, solo para molestarlo. Mientras orinaba, podía escuchar los gritos que venían del otro lado de la habitación y, que se mezclaban con el ronroneo de las bolas de naftalina del wáter. Siempre que observaba su rostro reflejado en el agua del inodoro, sentía el mismo estupor. Su nariz era lo que menos le gustaba. Sobresalía del contorno de su cara como si fuera el pico de un tucán. De niño, cuando su madre lo llevó al odontólogo para que le curaran una carie infectada, le preguntó al dentista si podía hacer algo con su nariz. El hombre trató de sonreír pero el barbijo que lo cubría se lo impidió, entonces miró a Ratso, que estaba encadenado a la silla del dentista y le dijo: -olvídate de la nariz; a ti te salvarán tus ojos-. Ratso tenía ojos color café, nada fuera de lo común; pero para un niño de doce años, esa fue una especie de revelación bíblica, por eso, vivió recordando lo que dijo el médico durante mucho tiempo.
Lo bueno de Shanghái en el invierno son las sopas, pero lo malo, es el mismo invierno. Las sopas chinas están hechas de cosas que hasta ellos mismos ignoran. Casi todo esta cocinado a base de cerdo. El cerdo vendría a ser como la vaca en América. Aprovechan todo de él; carne, huesos, viseras. En el plato de Gigoló flotaba algo de consistencia gelatinosa que apartaba continuamente con la cuchara.

-¿Sabes Ratso? esto de los tenedores libres es una puta mentira-.
¿Cuánto podemos comer tú y yo en uno de estos sitios?
¿Medio kilo de carne y trescientos gramos de arroz? ¿Cuánto cuesta eso?

¿Diez o quince yuanes? Te das cuenta que es una puta mentira.
A todo lo llenan de arroz y de harina; y a demás, puedes encontrarte con los huevos del chancho, dentro de una de estas sopas. Deberían hacer algo con estos lugares. Pintarlos al menos, de un color más agradable. ¡Ratso! tú que eres listo, tendrías que haber puesto uno de estos comederos.

¿Te acuerdas cuando el tipo aquel, nos había ofrecido diez mil por el lavadero de autos?.

Lo primero que hiciste fue negarte; y a la semana siguiente, volvió y nos ofreció el doble.

¡Se lo habíamos comprado a los judíos por solo dos mil!

En ese momento me dije: si no sigues con Ratso…eres un imbécil.Y esa misma tarde, me compré un sombrero nuevo; blanco y con un pañuelo turquesa. Recuerdo que parecía un maldito panameño.

¡Íbamos a conquistarlo todo! ¿No Ratso? ¡Desde el cielo hasta el infierno sin escalas!

Ese sombrero lo tuve toda la época de los judíos y, contra los paraguayos también.

¿Te acuerdas de los paraguayos? ¡Qué batalla por dios! ¿Donde fue la última?

¿En el estacionamiento del Wal-Mart? ¡No! Allí, nos agarramos con los colombianos, lo recuerdo bien, porque ya no traía ese sombrero. Llevaba uno mexicano, de color marrón y con agujeros pequeños, para que respirase el cuero cabelludo. Silvia me lo había traído de Tulum. Pedía que me lo dejara puesto cada vez que me la cogía. Siempre que regresaba me obsequiaba un sombrero nuevo. Desde chile hasta Qatar, creo que he tenido todos los cowboys en mi cabeza. Las ventajas de salir con una azafata. Luego de un tiempo, dijo, que la cosa del sombrero interfería… ¡maldita puta! La verdadera alquimia en el amor, es transformar las mismas cosas en una mierda.

¡Pero tú eres diferente, Ratso!

Eres más inteligente que yo. Y no solo en los negocios.

Recuerdo cuando le hablaste a los japoneses de esa forma. ¡Estaba convencido que no salíamos vivo de esa! Nunca tuve tanto miedo en mi vida. Te interpusiste entre el gordo y yo. El sudor comenzó a caerme desde el sombrero y lo sentí correr por el pecho. Si hubiera estado más flaco, se me habrían mojado las bolas. No entendía ni media palabra de lo que decían; pero cada frase japonesa que escuchaba, parecía nacer del odio. Los alemanes y los orientales, parecieran que hablaran con una lija en la garganta. Pero cuando el gordo finalmente te extendió la mano… ¡POR DIOS!.. ¡Sentí como todos los órganos de mi cuerpo volvían a acomodarse! Terminamos detrás del tinglado, bebiendo esa mezcla extraña y haciendo la pantomima del harakiri. ¡RATSO! ¡Recuerdas esa noche! Terminamos cantando una canción de los tintoreros.

Pero… ¿Tú sabes, porque sigo realmente contigo? ¡Porque te quiero!..

¡En serio! Ratso: te quiero... ¡Y no estoy borracho! Y estoy seguro que tú también me quieres. Aunque no lo demuestres; estoy convencido que sientes lo mismo que yo. Que somos el uno para el otro; y que estamos tocados por la misma vara. Hace más de veinte años que venimos recorriendo juntos el mundo y, hemos conseguido todo lo que quisimos. ¿No es cierto?


¿O ya te olvidaste de lo que nos ocurrió en Manila? ¿Te acuerdas? En la ribera del río Pásig. Cuando la vieja nos dio de beber la sangre del cebú. ¿¡TE OLVIDASTE RATSO!? Dijiste haberlo visto con tus propios ojos y también, haberlo encerrado en esa jaula de bambú. ¿Dijiste eso, no? ¿O me mentiste? Pero años más tarde, volvió a aparecer junto a los judíos y luego, lo volviste a ver la misma noche que me salvaste la vida con el japonés. Dijiste que estaba detrás de él, mirándolo fijo, y que también le había salvado la vida a él. Y en la masacre con los paraguayos. ¿lo viste de nuevo Ratso? SÍ ¡LO PUDISTE VER OTRA VEZ! ¿Y cuando nos enfrentamos con los colombianos? No dudaste en ningún momento. No retrocedías ni un solo paso frente a ellos. Porque él estaba ahí. No son mentiras mías; que yo invento cuando estoy borracho.
Son todas verdades que ocurren con el sol de la mañana. Y es verdad, que en cada ocasión se pone de tu lado ¿No Ratso? señalándote a la víctima con la mirada. ¿ES LA MIRADA RATSO? ¿SON LOS OJOS? y a veces ¿es él mismo quién dispara con tu propia arma, verdad?

¿Pero qué ocurrió en chicago? Nunca pude terminar de comprenderlo y por más que me esfuerce, no lo logro entenderlo. Debo confesarte que aún me siento culpable por lo de Chicago. Creo, que de haber salido a tiempo del hotel, nada de eso hubiera sucedido. Escuché los primeros disparos cuando estaba en el lobby pero al salir ya no había nadie. Estabas solo tú, Ratso; tirado en la avenida con la pierna ensangrentada. Sólo y como un perro moribundo, que se iba desangrando de a gotas ¡Pero estamos tocados por la misma vara y todos estos años confirman lo que te digo! ¿Pero que ocurrió en chicago Ratso? ¿No alcanzaste a verlo en chicago? ¿Estaba demasiado oscuro? o ¿Había neblina? ¡Eres infalible Ratso, algo debe haber ocurrido, PIENSA! RATSO ¡PIENSA! ¡¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO EN SHANGHÁI, RATSO?!

martes, 6 de julio de 2010

Hacer contacto


***
La ruta en ningún momento logró despejarse y parecía un arco iris de carrocerías atravesando el horizonte. Eso tampoco pudo hacerme creer que mi vida estuviera representada por la vida de los otros, quienes se encontraban aparentemente en la misma situación que yo.
A veces tengo la impresión de estar todo el tiempo recuperando mi propia vida. Como si las demás personas hubieran cumplido en gran medida sus expectativas y a mí en cambio me faltara algo por encontrar. Tal vez algo esencial que nunca tuve ni tendré, algo que disimuladamente puede aparecer como un vestigio de luz al leer un libro, pero que desaparece rápidamente cuando lo escribo.

De todas formas voy a obligarme a pensar que la mejor historia sobre mi vida la escribirán mis hijos. Quizás con manía y arrepentimiento, o tal vez de otra manera más complaciente. Pero quiero creer que serán ellos quienes continuaran escribiendo por mí.
Ahora, que ya he dejado de ser Telémaco y es otro quien ocupa mi lugar, puedo darme cuenta que la muerte y el rol de padre son dos tareas imposibles.

Los hijos rigen nuestras vidas; son nuestros gobiernos personales y no precisamente democráticos. Destruyen nuestros deseos. Nos quitan nuestro dinero y nuestro tiempo, y después de ello no volvemos a tener la posibilidad de encontrarnos solos (cosa que a mí me produce un pánico elemental). Hacen todo lo necesario para que lleguemos a un límite de incontinencia emocional.

Pero debe haber algo oculto en esa transformación que nos sigue pareciendo atractivo, algo que deberá ser entendido para que pueda ser real, sin ningún miramiento religioso. El amor cuando es referido a dios pierde consistencia.

La necesidad de convertirnos en padres está dada por el imperioso deseo de trascender a costa de cualquier padecimiento. A simple vista y exceptuando el nivel de cuidado, para muchos de nosotros, no existe mayor diferencia entre un bebé y un cachorro animal. Por eso me pregunto: ¿por qué deseamos ser padres a pesar de todo? ¿De qué manera se traduce aquel switch mágico que transforma ese padecimiento en algo necesario?

Quienes confían en los parámetros religiosos no precisan otras manifestaciones, pero: ¿qué ocurre con los otros? (y en ellos me incluyo) y con aquellos que necesitan, en cierto momento del día, saber ¿para qué y porque, todo esto?

Desde hace ocho meses que soy esclavo de una vida que no me pertenece. Vicente parece tener los sueños de un músico de rock. Cuando nació mi hijo, durmió sin desvelarse durante todo su primer mes. Pero ahora pareciera ser la reencarnación del Conde Drácula. No hay posibilidad de dormir en la noche por más de seis horas y, a pesar de todo mi esfuerzo, debo confesar que el mayor sacrificio lo hace su madre. En el sacrificio de ella, encontré la verdadera naturaleza materna, condición que ningún padre puede llegar a igualar.

El efecto simbiótico, comienza en su vientre y es continuado por fuera de él. Solo la locura puede resquebrajar ese vínculo. Todavía la observo dormir al niño con palmaditas en su trasero e intentando simular de esa manera, los latidos que escuchaba el bebe cuando aun se encontraba dentro de ella. Yo soy incapaz de elucubrar un método semejante. Mi función en cambio, esta resumida en introducir la mamadera dentro del microondas todas las veces que sean necesarias y aun así, me distraigo comiendo algo de la heladera y termino provocando el hervor de la leche.

Creo que las aptitudes para ejercer mi rol de padre, por lo menos en esta primera etapa, se encuentran bastante limitadas, frente a la irracionabilidad del niño que no alude a ningún estadio de comprensión lógica y, salvando las distancias que ofrece el puro instinto; todo lo que dispara con su boca de fuego (cual dragón empecinado en su constante tiranía) tal vez sea algo tan difícil como la permanente presencia de su madre.

A pesar de todo estoy convencido de que este vínculo irá creciendo y madurando con el correr del tiempo. Las relaciones tienden a decantar paulatinamente. Como si fuera este un nuevo engranaje y necesitase machacar por un tiempo los dientes de ambas ruedas para que puedan encastrar.

Pero por ahora sabemos los dos, que soy solo para él un ornamento decorativo, porque estoy seguro que él lo sabe o lo intuye de alguna manera y al mismo tiempo me lo transmite, cuando por ejemplo estamos solos y se pone a sollozar suspendido en un estado pasmódico, hasta que su madre ingresa y nos rescata del abismo.
Ella suele suceder en los momentos claves y lograr revertir las peores instancias como un superhéroe lo hace en las historietas. Como si tuviera en sus manos el poder de Dalila y yo, la prominente calvicie de Sansón.

Cuando nació, en ese mismo instante y luego que el médico apartara el cordón umbilical del cuello supe, que esa cosa grisácea y desnutrida iba a cambiar mi vida para siempre. Cuando lo sostuve por primera vez en mis brazos, todas mis clases del preparto desaparecieron automáticamente de mi memoria. También se borraron las clases de la secundaria y mi universidad completa. Mi mente era un recipiente vacio que solo guardaba la forma de haber contenido en algún momento información.

El sanatorio tenía la costumbre de que fuese el padre quien hiciera el primer contacto con la criatura. Mientras la madre continuaba siendo asistida en la sala de parto, el niño era bañado y pesado, medido, vacunado y finalmente vestido por el padre. Todos esos chequeos llevan como resultado un puntaje que tiende a ser aproximado. En menos de quince minutos, la vida ya lo había puesto a prueba. El niño escucha bien y tiene todos los conductos respiratorios liberados, escuche que dijeron a mis espaldas y luego, nos dejaron solos… completamente desnudos.

En ninguna cancha de futbol estuve tan seguro de fracturar a alguien como en el momento de vestir a mi hijo por primera vez. Cada vez que intentaba sostener uno de sus brazos me acechaba la sensación de estar descuartizando un pollo. Estaba convencido que aquello que trataba de agarrar no era otra cosa que un conjunto de cartílagos, que unidos entre sí, terminaban por formar el diminuto cuerpo del chico.

Por suerte una de las enfermeras, al verme taciturno y desorientado, se apiado de mí y tuvo la convicción necesaria para apartarme a tiempo y tomar ella misma la prenda de ropa para vestirlo. Era imposible que yo pudiera meter esos pequeños huesos por el interior del pijama hospitalario.

Desde ese momento creo yo, que el niño supo darse cuenta que si confiaba en mí para determinadas cuestiones, no iba a llegar muy lejos y como si fuera este, nuestro primer pacto, le prometí en silencio, tomar distancia en situaciones como estas y en aquellas otras, que pudiera yo lastimarlo.

martes, 29 de junio de 2010


A veces me pregunto,
si yo fuese un árbol del bosque
¿Tú quien serias, el hacha o el leñador?

jueves, 3 de junio de 2010

El circulo de confianza

*
Diferente al arte, la política en la práctica se corrompe.

*
La despedida
deja en los labios
como la sal ... "un sabor inoportuno"...
pero la sal: es la introducción del hambre

*
No conforme con la palabra
el texto busca persuadir.
No conforme con su idea,
se multiplica en otras razones.

*
Una mujer prendida
como un satélite en la noche
apoya su mano en un cuerpo de sal.
Dice un proverbio chino:
que la sal es fundamental
para comenzar un día.

*
Al cerrarse la puerta
la cárcel suele ser
el lugar más seguro de la tierra,
porque siempre estamos presos de otra idea
y el mundo, nunca termina de construirse.
Lo más próximo a este cuerpo
es una mano extranjera
y su maratónica idea
de instalarse para siempre
como un verbo frío y abundante
la idea es: pertenecerle
cuando acaricia a contrapelo
las barbas cortas de mi cara
permitiendo
que el calor de su palma abierta
se involucre
como si fuera eso
el comienzo de algo
tan diferente al amor
Una caravana de estrellas pareciera migrar esta noche
como si viajaran a una velocidad aparente
y sin embargo, todo continua inmóvil
haciéndome creer que el mundo
debiera de ser así:
mi mano alcanzando cada punto silencioso del cielo
para transformarlo, en algo tan peligroso como el placer
Supe darme cuenta que me había transformado en poeta
cuando logré percibir la cola del diablo
entre los pliegues de una nube

lunes, 18 de enero de 2010

Metanoia

*
Decirle adiós a una noche como esta
mirando la luna desde el profundo
fondo de un vaso de whisky,
apuntar con mi dedo
el centro vacio de una estrella
Decir adiós, goodbye
y olvidando el nombre de todas las cosas
volverme livianamente inútil.

*
Esta mujer lucha contra libros
que entre sombras y como rebanadas de pan duro
acumulan hileras interminables de polvo
sobre el escritorio el polvo es preciso
Esta mujer no deja ningún rastro
todo lo transforma con el poder de su esponja
en un conmovedor y límpido presente
que aguarda ahora, como una página en blanco
por aquella palabra que no termina de caer

jueves, 7 de enero de 2010

Manuscrito anónimo encontrado el 7 de diciembre de 1980

Yo escribo quizás para no pensar en aquellas cosas que no deseo o que por algún motivo que jamás logre descifrar me producen pánico. Por eso la expresión artística tiende a padecer una permanente sanción de locura. El lector intenta evadir constantemente la realidad que lo circunda y por eso lee encerrado, casi abarrotado en algún lugar silencioso del planeta y lo mismo hace quien escribe bajo la muda constelación de las estrellas. El artista es un ente autárquico y poderoso que atesora la soledad como un bien casi imposible de adquirir. Esa misma soledad que tanto pudor y miedo produce a las demás personas. Los otros.
Cada párrafo que traza quien se atreve a escribir es un intento de proximidad. La misma proximidad que ha llevado a muchos hacia una soledad extrema. Es el tiempo que se va sin que nos demos cuenta. Pero el tiempo de encierro que lleva un artista no es un tiempo real. Tal vez la palabra que dispongo no sea la correcta y esta idea que transcurre en una suerte de vacío tampoco sea cierta. El tiempo como cualquier otra simple medida tiene un espacio prefigurado en el cual se desarrolla pero fuera de él se desvanece. El tiempo posee una funcionalidad concreta, sobre todo en el trabajo y en aquellos instantes que asumimos con felicidad. Es ahí donde su poderío asume relevancia. Es el tiempo circunscrito, muy distinto al tiempo que consumen, por ejemplo, los poetas y los pintores o los músicos y los artesanos.

Pero dentro de esta habitación en cambio, nada de eso ocurre. Todo quizás quede suspendido y vaya a saber uno donde. Aquí el tiempo pierde su efectividad corrosiva, que tal vez sea, su más sincera manifestación. El tiempo supone un límite, creando una barrera indestructible. En cambio aquí todo es permanente y constante.
Esto que digo lo pude verificar por primera vez hace más de diez años. Cuando nos mudamos con mi esposa a esta casa. Ella padecía una rara enfermedad pulmonar y el doctor, Augusto Meller, nos aconsejo para su larga recuperación, trasladarnos a San Francisco del monte de Oro.
Un valle maravilloso, ubicado a ciento veinte kilómetros al norte de la capital de San Luis; rodeado por sierras y surcado por varios ríos en donde predomina sobre la vasta vegetación la palmera Caranday y la chilca melosa. El valle se encuentra encerrado entre dos cordones serranos de altura y geografía diferentes, por lo tanto la variedad de sus pájaros es infinita. Existen tres especies distintas de Zorzales, Jilgueros y benteveos pero el ave con más predominio del lugar es “el rey del bosque” también denominado zorzal overo. Su nombre es atribuido por su llamativo plumaje amarillo y negro pero además posee un canto sumamente melodioso. Por estas dos razones se ha convertido en el pájaro más buscado por los traficantes de la zona.
El clima serrano fue aconsejado por nuestro doctor pero teníamos que tomar las precauciones correspondientes debido a la importante variación térmica que existe entre la noche y el día.
Por ese motivo salíamos siempre temprano aprovechando la mañana y caminábamos la costa del río con Matilde y los perros hasta el medio día.
Era una rutina que manteníamos con una alegría inquebrantable. Matilde preparaba una pequeña y variada vianda que más tarde desayunábamos en la costa del río o en algún lago soleado. Durante el recorrido ya sea a la ida o a la vuelta del camino, los mismos lugareños nos saludaban siempre desde sus mismas posiciones. Oscar, el mecánico dental, corría sus cortinas a las siete y media, cuando los primeros rayos de sol comenzaban a entrar desde el norte por su ventana y al vernos pasar, nos rendía tributo por medio de una sonrisa que quedaba dibujada desde el otro lado del vidrio. Marta soltaba a su perra maltesa para que pudiera jugar con lujan esos breves minutos que duraba nuestro trayecto hasta llegar al sendero del río.

A determinada edad las cosas simplemente se suceden. Los acontecimientos comienzan a parecernos simples y directos, por lo tanto, uno va sintiendo que le vida es una cuestión de amaneceres. El sentido de la vida quizás este oculto en una pradera o en el fondo del mar.
Jamás lo pude imaginar en una oficina. Es verdad también que para encontrar el sentido de las cosas uno debe estar más cerca de la muerte. Cuando somos jóvenes abusamos del tiempo pero cuando empezamos a morir, nos damos cuenta que ese acto puede llegar a ser trascendental. ¿Qué importancia le daría uno a la vida si no existiera la muerte? Todo carecería de valor.

Cuando me entere de la enfermedad de Matilde inmediatamente supuse que estaba muerta.
Esa idea, hasta el día de hoy, navega constantemente en mi mente como un intruso molesto. Pero desde ese día no dejo de recordar acontecimientos que habían pasado inadvertidos, hechos o situaciones que fueron en su momento para nosotros de poca relevancia. Desde que el doctor Meller nos leyó el parte médico, no dejo de asombrarme por la estricta y detallada memoria que fui adquiriendo. Desde entonces recuerdo todo aquello que viví con ella y en cada uno de esos recuerdos puedo percibir los aromas del momento con una precisión absoluta. El recuerdo se fundamenta en los olores, por lo tanto,en cada repaso de mi vida podía encontrar a todos ellos. El de mi infancia recogido por el aroma que desprendían los libros de la biblioteca de mi abuela. La esencia del primer beso oculto entre los cabellos de una niña. Los viernes de mi adolescencia, los juegos y los deportes, el primer fracaso laboral y el nacimiento de mi hijo. Todo aquello estaba estrictamente representado y a cada memoria le correspondía una fragancia que ineludiblemente había acompañado a cada hecho de mi vida. El olor a sal de los veranos, la primavera en el campo de Anselmo y sus atardeceres con el tufillo a pasto recién cortado. Regar la tierra seca del camino con mi padre, percibiendo como la naturaleza deja rastros de vida como si por medio del agua se cocinaran lentamente todos sus minerales. El olor rancio del miedo y ese olor rígido que despide la muerte después de un beso.

Aquellos primeros meses me habían retrotraído hasta el día de mi nacimiento. Estaba como detenido en un solo tiempo. Como si la vigilia fuera un sueño que yo solo podía controlar. La memoria se había convertido en un motor lucido.Mi vejez se había paralizado y lo mismo había sucedido con la enfermedad de Matilde. Los viejos para nuestra sociedad son una forma de insulto. Pero lo más desgraciado es ver que los ancianos ni si quiera son tomados en cuenta
Esa actitud duele aun más que el propio olvido. Las personas con los años se van transformando en niños pero sin esa simpatía demoledora que los caracterizan. Los viejos, cuando se orinan o tartamudean parafraseando algo que están a punto de olvidar, pierden por completo el encanto que tienen los niños cuando hacen exactamente lo mismo. A su vez van adquiriendo un aspecto triste, sobre todo, porque nos recuerdan constantemente lo real y cercana que se ve la muerte. Por eso es necesario mantenerlos lejos y apartados. Quizás eso fue lo que indirectamente quiso decirnos el doctor Meller cuando nos recomendó instalarnos en el valle de San Francisco. Hubiera sido poco caballero de su parte decirnos a Matilde y a mí otra verdad tan incómoda.

Con el tiempo nuestra familia fue olvidándose de nosotros. Al principio recibíamos alguna correspondencia de nuestra nieta o algún llamado telefónico en víspera de navidad y año nuevo pero en los últimos años nadie volvió a preguntar ni por Matilde ni por mí. Nosotros decidimos hacer lo mismo, pero procuramos pensar que al actuar de esa manera, no molestaríamos a nadie con nuestros asuntos pasados de moda. Teníamos, como dije anteriormente, una rutina de paseo inquebrantable donde cada mañana renovábamos nuestra promesa de amor.
Matilde jamás había sido tan hermosa, más allá de la belleza de su juventud, se había convertido ahora, en una verdadera mujer. Cada pensamiento, cada palabra suya tenia la fortaleza del sol. Su piel había recobrado la fragancia de todas las flores. Todo en ella era nuevo y sano. La suavidad de sus manos, la humedad de sus labios, la nueva textura en su pelo. Todo en ella volvía a renacer cada mañana con los primeros azules del cielo y mi amor se volvía fuego cuando la luz del día se reflejaba en sus ojos verdes. El amor cuando es sincero no tiene rutina que lo menoscabe y aunque todos los días fueran lluviosos, permanecer a su lado para mí era suficiente.

Ahora que la ciudad está fuera de moda y nosotros también puedo confiar en esta muerte.
La calma es como flotar en el agua, como un silencio estricto que solo un buzo podría definir. Ahora escribo sin detenerme sobre todas mis vidas. Aquellas que viví alguna vez y otras que persigo. Puedo comprender con inocencia todas las zonas anteriores, la sanación de las heridas y la abolición del pensamiento malicioso.
Desaparecer había sido eso. Descansar sobre la última mirada de Matilde y despertar cada mañana perteneciendo a una memoria despreocupada. Entender que jamás nos vamos de este mundo y que morir es una tarea imposible. La muerte, de todos los secretos, es el secreto más hermoso.