miércoles, 21 de julio de 2010

Ratso & Gigoló


RATSO & GIGOLÓ

¡Ratso! levántate… ¡Ratso!
Gigoló estaba listo. Frente al espejo, acomodaba de un lado hacia el otro, la punta de su sombrero de cowboy estilo americano. Jamás salía sin él. Una noche lo olvidó en el asiento de un bar y hasta que no regresó a buscarlo, sintió como si le faltara el corazón. Ratso se puso de pie y lentamente se dirigió al baño, exagerando su cojera, solo para molestarlo. Mientras orinaba, podía escuchar los gritos que venían del otro lado de la habitación y, que se mezclaban con el ronroneo de las bolas de naftalina del wáter. Siempre que observaba su rostro reflejado en el agua del inodoro, sentía el mismo estupor. Su nariz era lo que menos le gustaba. Sobresalía del contorno de su cara como si fuera el pico de un tucán. De niño, cuando su madre lo llevó al odontólogo para que le curaran una carie infectada, le preguntó al dentista si podía hacer algo con su nariz. El hombre trató de sonreír pero el barbijo que lo cubría se lo impidió, entonces miró a Ratso, que estaba encadenado a la silla del dentista y le dijo: -olvídate de la nariz; a ti te salvarán tus ojos-. Ratso tenía ojos color café, nada fuera de lo común; pero para un niño de doce años, esa fue una especie de revelación bíblica, por eso, vivió recordando lo que dijo el médico durante mucho tiempo.
Lo bueno de Shanghái en el invierno son las sopas, pero lo malo, es el mismo invierno. Las sopas chinas están hechas de cosas que hasta ellos mismos ignoran. Casi todo esta cocinado a base de cerdo. El cerdo vendría a ser como la vaca en América. Aprovechan todo de él; carne, huesos, viseras. En el plato de Gigoló flotaba algo de consistencia gelatinosa que apartaba continuamente con la cuchara.

-¿Sabes Ratso? esto de los tenedores libres es una puta mentira-.
¿Cuánto podemos comer tú y yo en uno de estos sitios?
¿Medio kilo de carne y trescientos gramos de arroz? ¿Cuánto cuesta eso?

¿Diez o quince yuanes? Te das cuenta que es una puta mentira.
A todo lo llenan de arroz y de harina; y a demás, puedes encontrarte con los huevos del chancho, dentro de una de estas sopas. Deberían hacer algo con estos lugares. Pintarlos al menos, de un color más agradable. ¡Ratso! tú que eres listo, tendrías que haber puesto uno de estos comederos.

¿Te acuerdas cuando el tipo aquel, nos había ofrecido diez mil por el lavadero de autos?.

Lo primero que hiciste fue negarte; y a la semana siguiente, volvió y nos ofreció el doble.

¡Se lo habíamos comprado a los judíos por solo dos mil!

En ese momento me dije: si no sigues con Ratso…eres un imbécil.Y esa misma tarde, me compré un sombrero nuevo; blanco y con un pañuelo turquesa. Recuerdo que parecía un maldito panameño.

¡Íbamos a conquistarlo todo! ¿No Ratso? ¡Desde el cielo hasta el infierno sin escalas!

Ese sombrero lo tuve toda la época de los judíos y, contra los paraguayos también.

¿Te acuerdas de los paraguayos? ¡Qué batalla por dios! ¿Donde fue la última?

¿En el estacionamiento del Wal-Mart? ¡No! Allí, nos agarramos con los colombianos, lo recuerdo bien, porque ya no traía ese sombrero. Llevaba uno mexicano, de color marrón y con agujeros pequeños, para que respirase el cuero cabelludo. Silvia me lo había traído de Tulum. Pedía que me lo dejara puesto cada vez que me la cogía. Siempre que regresaba me obsequiaba un sombrero nuevo. Desde chile hasta Qatar, creo que he tenido todos los cowboys en mi cabeza. Las ventajas de salir con una azafata. Luego de un tiempo, dijo, que la cosa del sombrero interfería… ¡maldita puta! La verdadera alquimia en el amor, es transformar las mismas cosas en una mierda.

¡Pero tú eres diferente, Ratso!

Eres más inteligente que yo. Y no solo en los negocios.

Recuerdo cuando le hablaste a los japoneses de esa forma. ¡Estaba convencido que no salíamos vivo de esa! Nunca tuve tanto miedo en mi vida. Te interpusiste entre el gordo y yo. El sudor comenzó a caerme desde el sombrero y lo sentí correr por el pecho. Si hubiera estado más flaco, se me habrían mojado las bolas. No entendía ni media palabra de lo que decían; pero cada frase japonesa que escuchaba, parecía nacer del odio. Los alemanes y los orientales, parecieran que hablaran con una lija en la garganta. Pero cuando el gordo finalmente te extendió la mano… ¡POR DIOS!.. ¡Sentí como todos los órganos de mi cuerpo volvían a acomodarse! Terminamos detrás del tinglado, bebiendo esa mezcla extraña y haciendo la pantomima del harakiri. ¡RATSO! ¡Recuerdas esa noche! Terminamos cantando una canción de los tintoreros.

Pero… ¿Tú sabes, porque sigo realmente contigo? ¡Porque te quiero!..

¡En serio! Ratso: te quiero... ¡Y no estoy borracho! Y estoy seguro que tú también me quieres. Aunque no lo demuestres; estoy convencido que sientes lo mismo que yo. Que somos el uno para el otro; y que estamos tocados por la misma vara. Hace más de veinte años que venimos recorriendo juntos el mundo y, hemos conseguido todo lo que quisimos. ¿No es cierto?


¿O ya te olvidaste de lo que nos ocurrió en Manila? ¿Te acuerdas? En la ribera del río Pásig. Cuando la vieja nos dio de beber la sangre del cebú. ¿¡TE OLVIDASTE RATSO!? Dijiste haberlo visto con tus propios ojos y también, haberlo encerrado en esa jaula de bambú. ¿Dijiste eso, no? ¿O me mentiste? Pero años más tarde, volvió a aparecer junto a los judíos y luego, lo volviste a ver la misma noche que me salvaste la vida con el japonés. Dijiste que estaba detrás de él, mirándolo fijo, y que también le había salvado la vida a él. Y en la masacre con los paraguayos. ¿lo viste de nuevo Ratso? SÍ ¡LO PUDISTE VER OTRA VEZ! ¿Y cuando nos enfrentamos con los colombianos? No dudaste en ningún momento. No retrocedías ni un solo paso frente a ellos. Porque él estaba ahí. No son mentiras mías; que yo invento cuando estoy borracho.
Son todas verdades que ocurren con el sol de la mañana. Y es verdad, que en cada ocasión se pone de tu lado ¿No Ratso? señalándote a la víctima con la mirada. ¿ES LA MIRADA RATSO? ¿SON LOS OJOS? y a veces ¿es él mismo quién dispara con tu propia arma, verdad?

¿Pero qué ocurrió en chicago? Nunca pude terminar de comprenderlo y por más que me esfuerce, no lo logro entenderlo. Debo confesarte que aún me siento culpable por lo de Chicago. Creo, que de haber salido a tiempo del hotel, nada de eso hubiera sucedido. Escuché los primeros disparos cuando estaba en el lobby pero al salir ya no había nadie. Estabas solo tú, Ratso; tirado en la avenida con la pierna ensangrentada. Sólo y como un perro moribundo, que se iba desangrando de a gotas ¡Pero estamos tocados por la misma vara y todos estos años confirman lo que te digo! ¿Pero que ocurrió en chicago Ratso? ¿No alcanzaste a verlo en chicago? ¿Estaba demasiado oscuro? o ¿Había neblina? ¡Eres infalible Ratso, algo debe haber ocurrido, PIENSA! RATSO ¡PIENSA! ¡¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO EN SHANGHÁI, RATSO?!

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